Encajonado entre Brasil, Argentina y Bolivia, potencia hidroeléctrica, país misterioso, de pasado trágico e historias increíbles, Paraguay promete resurgir como “un gigante”.
“Fuimos una nación grande y hoy estamos destinados a volver a serlo”, prometió Santiago Peña, el joven economista que asumió la Presidencia del país por los próximos cinco años. “Que el mundo sea testigo del resurgir de un gigante”, dijo Peña, de 44 años, en la ceremonia de cambio de mando en Asunción, con el Rey Felipe VI entre los numerosos jefes de Estado extranjeros presentes.
La promesa de Peña suena elocuente, pero descansa en la historia del país y forma parte de las convicciones de un presidente liberal en lo económico y conservador en lo político.
“En 1850 éramos el país más desarrollado de Sudamérica, el primero con industria pesada, armas, buques. Eso se frenó con la guerra del Paraguay (también conocida como la de la Triple Alianza, que enfrentó al país con Brasil, Argentina y Uruguay entre 1864 y 1870), cuando perdimos el 60% de nuestro territorio y el 90% de la población masculina”, dijo Peña en una entrevista antes de asumir el poder.
“Somos un país de 40 millones de hectáreas, y cultivamos cuatro o cinco, pero tenemos otros 20 millones de tierras arables. El potencial productivo que tenemos es enorme. Paraguay es más grande que Alemania, pero tiene el 10% de su población. Tenemos muchísima tierra, tenemos muchísima agua, y no solamente generamos energía limpia renovable con dos represas hidroeléctricas, que exportamos a Brasil y Argentina: lo más importante es que tenemos la población más joven de Sudamérica, ávida de aprender y con una cultura de trabajo. Tenemos un PIB per cápita de 5.000 dólares, no hay razón para no pensar que podemos duplicarlo en los próximos años”, añadió.