El Tapón del Darién, ese lugar que más parece el escenario de una película de acción que una ruta de migración, ¡está que arde! Y no precisamente porque haya una fiesta por allá, sino porque los niños migrantes están aumentando como pan caliente en un desayuno dominguero. La UNICEF, esos que siempre están al tanto de todo lo que pasa con los chiquilines, sacaron un informe que más que informar asustó a más de uno. Dicen que el número de niños cruzando esa jungla infernal ha crecido un 40% este año. ¡Un 40%!
Según los datos de la ONU, en los primeros cuatro meses de 2024, más de 30.000 chamacos se aventuraron por ese camino selvático que divide a Colombia y Panamá. Y ojo al dato, de esos, 2.000 iban solos, o peor aún, habían sido separados de sus familias. ¡Qué fuerte! Y no es que los adultos se queden atrás.
Ted Chaiban, uno de los capos de la UNICEF, dijo algo que no es noticia para nadie: el Darién no es Disneylandia. Aquí no hay ratón Mickey ni montañas rusas, sino más bien hay riesgo de morirse de sed o con una picadura de algún bicho raro. Hay hasta quien ha traído a este mundo nuevos habitantes mientras cruzaba esa selva, ¡y sin asistencia médica ni nada!
Ahora, el presidente electo de Panamá, José Raúl Mulino, está con la tarea de frenar este éxodo de mini aventureros. Propone una repatriación con mucho “apego a los derechos humanos”, pero si te digo la verdad, suena más fácil decirlo que hacerlo.
Y claro, cerrar la selva suena a algo más imposible que convencer a tu perro de que no se coma tu tarea. Además, con todo ese trajín, los traficantes están más contentos que perro con dos colas, moviendo gente de un lado a otro como si fueran mercancía. ¿Qué se puede hacer entonces? Bueno, según los expertos, parece que es un problema complicado de resolver, y la cosa podría empeorar si no se le echa un ojo también al lado colombiano y si Costa Rica no se pone las pilas en su frontera sur.
Así que, resumiendo, en el Darién hay más movimiento que en la cola del cine en estreno. Los chiquilines siguen cruzando como si fuera la carrera de relevos más extrema del mundo, y los adultos están más perdidos que Nemo en una feria de pescado. Lo único que queda claro es que esto no es un cuento de hadas, es más bien una novela de terror que no tiene final feliz.