Si pensabas que el sarampión era cosa del pasado, Texas está aquí para demostrarte lo contrario. En pleno 2025, cuando se supone que la ciencia nos tiene cubiertos, el estado se está enfrentando al peor brote de esta enfermedad en 30 años. Y, para hacerlo aún más interesante (o trágico), su sistema de salud público está colapsando como un castillo de naipes.
El problema está pegando duro en el oeste de Texas, una región donde la cantidad de hospitales es tan escasa como los aguacates baratos. Resulta que el 25% de los condados ni siquiera tienen hospital y muchos dependen de centros médicos más viejos que el Windows XP. Entonces, cuando un posible caso aparece, hay que hacer magia: acomodar pacientes en edificios municipales abandonados, mandar pruebas en road trips de varias horas y esperar días por los resultados mientras el virus se pasea por la comunidad. Añádele a eso una ola de desinformación sobre vacunas y tienes una receta perfecta para el desastre.
Hasta ahora, más de 250 casos han sido confirmados en todo EE.UU., con 223 solo en Texas. Ya hay dos muertes: un niño en Texas y un adulto en Nuevo México. La mayoría de los contagios están en comunidades rurales, incluyendo a los menonitas, quienes desconfían de la medicina moderna y podrían estar reportando menos casos de los reales. Y si pensabas que el gobierno iba a actuar rápido, pues no: se tardaron lo suyo en mandar refuerzos, y mientras tanto, la enfermedad sigue corriendo libre como si tuviera pase VIP.
Como si no fuera suficiente, el movimiento antivacunas está haciendo de las suyas. En algunos condados, la exención de vacunas por “conciencia” ha crecido de un 7% a un 18% en los últimos diez años, y convencer a los padres de vacunar a sus hijos es ahora más difícil que encontrar parking gratis en el centro. Para colmo, el secretario de Salud de EE.UU., Robert F. Kennedy Jr., está recomendando aceite de hígado de bacalao y vitamina A en lugar de la vacuna, como si estuviéramos en la Edad Media y no en el siglo XXI.
Recién con la muerte del primer niño, el gobierno estatal y federal decidieron mover ficha: enviaron personal de salud extra, colocaron vallas publicitarias y hasta mandaron “detectives de enfermedades” a averiguar cómo empezó todo este desmadre. Pero el problema sigue siendo el mismo: sin hospitales suficientes, con pocos pediatras y un sistema de salud que parece estar hecho con cinta adhesiva y buenos deseos, la batalla contra el sarampión en Texas está cuesta arriba. Mientras tanto, la única solución real sigue siendo la de siempre: vacúnate y no creas en remedios sacados de TikTok.