¡Alerta, raza empresaria de los Ustates! Las empresas gringas que viven pegadas al umbilical cordón comercial con China andan como el meme del perrito nervioso con café: medio aliviadas, pero con el tic nervioso activo. ¿La razón? Les dieron una pausa chiquita de 90 días en los aranceles asesinos que se estaban tragando sus ganancias sin masticar.
Sí, bro, el tío Trump se había dejado caer con un 145% de arancel a todo lo que viniera made in China. Así, sin vaselina ni nada. Y las empresas gringas, que no sabían si llorar, endeudarse o mudarse a Marte, ahora tienen un mini break… pero con muchas letras chiquitas. Porque aunque los nuevos números suenan más bonitos (quedaron en 30%), la cosa sigue carísima y en el aire.
Y eso no es todo, mi gente. Marc “el de las sillas ergonómicas carísimas” Rosenberg, le metió un billetal a unas sillas para millonarios con lumbalgia, pero tuvo que frenar todo en seco porque la subida de aranceles le pegó justo en el coxis financiero. Y aunque ahora hay una tregua, el compa dice que 90 días es lo mismo que nada si tus contenedores van a llegar cuando ya te cayó de nuevo el hachazo.
Otro que está con el rosario en la mano es Jeremy Rice, el señor de las flores fake de Kentucky. Tiene como el 90% de su negocio colgado de las fábricas chinas, y ahora está sobreviviendo con lo que acumuló antes del apocalipsis arancelario. Pero ya se le están acabando las rosas de plástico y el estrés no le cabe en el cuerpo.
Y ni hablemos de los que se metieron a diseñar nuevos productos, como Eric Poses, que se gastó 120 mil dólares en crear un juego nuevo bien original, solo para ver cómo los aranceles lo obligaban a quitarle todo lo bonito al empaque y a guardarlo en almacenes esperando que las cosas mejoren. Spoiler: todavía no mejoran.
Incluso las pymes, esas guerreras del capitalismo con presupuesto de taquería de barrio, siguen pasándola mal. Como Jim Umlauf, que vende fundas para carros perrunos y está viendo cómo los márgenes de ganancia se le evaporan como taco en feria si no sube los precios… pero si los sube, los clientes se le van corriendo como si vendiera tortillas a $30 el kilo.
Y mientras tanto, el exportador chino Zou Guoqing está igual de confundido, esperando a que a Trump se le baje el coraje por el fentanilo para ver si puede seguir mandando cañas de pescar y moldes pa’ bicicletas de nieve (sí, eso existe). Porque así es este drama: una mezcla de geopolítica, comercio internacional y telenovela con final incierto.
En resumen, las empresas gringas están medio felices porque ya no las están apaleando TAN feo… pero igual tienen que andar con cuidado, porque esto es como cuando tu ex te dice “hay que hablar” y tú ya sabes que nada bueno se viene. Mientras no haya acuerdo largo y firme, esto sigue siendo una ruleta rusa con contenedores flotando y empresarios con gastritis.