Y bueno, señoras y señores, agárrense del WiFi porque esto se puso denso. Resulta que el 1 de junio, en Boulder, Colorado —sí, esa zona hippie y muy peace & love— ocurrió un ataque que dejó a ocho personas heridas. El objetivo: una marcha que pedía la liberación de rehenes israelíes secuestrados por Hamás. ¿Y quién apareció de inmediato con el megáfono en mano? Pues el expresidente Donald “la frontera se cierra con ladrillos” Trump, que no perdió ni medio minuto para apuntar con el dedo flamígero a su archienemigo político, Joe “El Abuelito” Biden.
Según Trump, todo esto pasó porque Biden tiene “la frontera más floja que calzón sin elástico” y que el agresor, identificado como Mohamed Soliman, un egipcio con visa vencida desde 2023, estaba en USA gracias a esa política de “pasen todos que aquí hay espacio”. El exmandatario básicamente dijo que si él estuviera en el trono, ese tipo ya estaría montado en un avión directo a Egipto con una carta de “gracias por participar” y una advertencia federal colgando del cuello.
Pero la cosa no para ahí. El FBI ya le puso la etiqueta de ataque terrorista al asunto, y dicen que el sujeto salió como loco con un lanzallamas casero (sí, un maldito lanzallamas) y hasta un cóctel molotov, gritando “Palestina libre” mientras todo se incendiaba. Las víctimas estaban participando en un acto del grupo Run for Their Lives-Boulder, que organiza marchas pacíficas desde 2023 para visibilizar el tema de los rehenes israelíes. Un evento tranquilo que terminó en caos.
Y como era de esperarse, esto avivó el fuego político. Trump, que ya viene usando cada ataque como excusa para reforzar su discurso de “sálvese quien pueda y cierren la puerta”, volvió con su clásico combo de deportaciones masivas, seguridad “a lo Rambo” y mano dura hasta con los que estornudan en la frontera. Mientras tanto, otros líderes políticos están tratando de calmar la olla, pero los ánimos están que hierven.
Y ojo, este ataque no es cosa aislada. En el último mes ya van varios incidentes con tinte antisemita en el país, incluyendo el asesinato de dos empleados de la embajada israelí en D.C. y un loco que se metió a la casa del gobernador de Pensilvania para prenderle fuego después de una cena de Pascua. Todo esto tiene a las autoridades y a la comunidad judía con los pelos de punta, preguntándose si esto es una racha, una tendencia o el apocalipsis que viene en cuotas.
En medio del fuego cruzado de discursos, ataques y tragedias, la conversación se está desviando peligrosamente hacia la politiquería barata. Mientras unos gritan “¡cierren la frontera!”, otros suplican por soluciones reales. Y mientras tanto, la gente sigue marchando, sigue teniendo miedo… y sigue sin respuestas claras.
