Se armó la grande en Washington, mi gente. Elon Musk, el magnate de los cohetes, los carros eléctricos y las ideas locas, decidió que era buena idea jugar a “El Aprendiz” con los trabajadores federales. “Cuéntame qué hiciste esta semana o estás despedido”, fue básicamente el mensaje que envió a todo el gobierno. Y claro, la burocracia no se iba a dejar pisotear tan fácilmente.
Para sorpresa de absolutamente nadie (excepto de Elon, aparentemente), un montón de funcionarios públicos se pusieron el escudo y dijeron “Ni loco le respondemos a este tipo”. Desde el FBI hasta el Pentágono, pasando por Seguridad Nacional y hasta jueces federales, todos se cruzaron de brazos y le mandaron un “jaja no” colectivo a Musk.
Y es que resulta que no cualquiera puede llegar a un país y decir “ahora mando yo”. Bueno, quizás Trump pensó que sí, porque le ha dado a Musk más poder que un villano de cómic. Pero ni así logró que los trabajadores federales se alinearan como ovejitas. Al contrario, los altos mandos de las agencias, que ya estaban hasta el copete de los berrinches del magnate, salieron a dar la contra.
Como era de esperarse, el mismísimo Musk, rey de los tweets impulsivos y las decisiones dudosas, se puso a amenazar gente en X (antes Twitter, pero ¡qué importa, siempre será Twitter!). Señaló a un alto funcionario del Pentágono y le dijo básicamente “mira papi, si no te gusta, lárgate”. Y mientras tanto, Trump, en su clásico estilo, desapareció todo el domingo para luego reaparecer con un meme burlándose de los empleados federales.
El show no terminó ahí, porque Musk también sacó una de sus teorías de conspiración marca registrada y dijo que en el gobierno hay una cantidad absurda de empleados fantasmas, gente muerta cobrando sueldos y una mafia secreta de burócratas con cheque en mano. Literalmente nadie encontró pruebas de esto, pero él juró que están “encubriendo un fraude inmenso”. Elon Musk haciendo de Elon Musk, básicamente.
Mientras tanto, los sindicatos de empleados federales se pusieron las pilas y le mandaron una cartita bien bonita a la Oficina de Administración de Personal diciéndole que Musk estaba deschavetado y que su ultimátum era “ilegal e irreflexivo” (traducción: “este tipo está loco”). Al final, varios departamentos del gobierno, en plan “esperemos a ver qué pasa”, mandaron correos contradictorios. Unos decían “sigan la orden”, otros “ignórenla”, y algunos simplemente pidieron “pausa” mientras descifraban el desastre.
En resumen: Musk quiso ponerse en modo jefe supremo, pero la burocracia le respondió con un “ahí nomás, compadre”. Ahora queda ver cuál será su próxima jugada, porque si algo hemos aprendido de este tipo, es que cuando crees que ya tocó techo en lo absurdo, siempre encuentra una manera de superarse.