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Salud

Una forma sencilla de mantenerse saludable.

Cuando pensamos en proteger nuestra salud, muchos buenos hábitos que vienen a la mente requieren una buena cantidad de esfuerzo: hacer ejercicio varias veces a la semana, comer una dieta equilibrada e ir al médico regularmente son buenos ejemplos.

Pero una simple actividad puede sorprenderle: lavarse las manos. Según los Centros para el Control de Enfermedades (CDC), lavarse las manos puede salvar vidas: “Lavarse las manos regularmente es una de las mejores formas de eliminar gérmenes, evitar enfermarse y prevenir la propagación de gérmenes a otros”. Tan importante es esta simple actividad, que los CDC reconocen la Semana Nacional de Concientización sobre el Lavado de Manos este mes.

El primer médico occidental en descubrir la importancia del lavado de manos fue Ignaz Semmelweis, quien ejerció en Viena, Austria, en la década de 1840. Semmelweis trabajó en un hospital de maternidad cuando notó que las nuevas madres en una sala, atendidas por médicos, morían de infecciones a tasas mucho más altas que en una segunda sala atendida por parteras. Semmelweis realizó amplios estudios para descubrir cuál era la diferencia crucial entre cómo se cuidaba a las madres en cada una de estas salas. Después de descartar prácticas como el puesto en el que las madres dieron a luz, e incluso las visitas de un sacerdote, Semmelweis descubrió que, en la sala más saludable, las parteras se lavaban las manos constantemente. Trágicamente aunque recomendó que los médicos comenzaran a lavarse las manos regularmente, fue ignorado y las nuevas madres continuaron perdiendo sus vidas innecesariamente.

Hoy, la mayoría de nosotros sabemos lavarnos las manos antes y después de comer o después de ir al baño, pero hay otras ocasiones en las que debemos participar es esta simple actividad: antes y después de cuidar a alguien que está enfermo; antes y después de tratar un corte o herida; después de sonarse la nariz, toser o estornudar; e incluso después de sacar la basura o tocar a una mascota.

Los especialistas en atención médica incluso tienen reglas sobre cómo debe lavarse las manos: el jabón debe convertirse en una espuma burbujeante, debe lavarse durante 20 segundos y debe enjuagarse y secarse bien. Si no está seguro de cuánto duran 20 segundos, puede tararear la canción de feliz cumpleaños dos veces.

¿Y qué hay de los desinfectantes para manos? Si bien son mejores que no lavar, tampoco son tan efectivos como un buen jabón y agua anticuados. Por un lado, los desinfectantes no funcionan tan bien como el jabón y el agua para eliminar la suciedad difícil. También están hechos con alcohol, que puede matar no solo los gérmenes malos, sino también los “buenos”.
¿Pero cuán importante puede ser realmente este simple acto? Los resultados son notables. Lavarse las manos puede reducir el riesgo de infecciones respiratorias en un 16 por ciento. En las aulas donde los maestros usan gel desinfectante para manos con sus alumnos, se sabe que el absentismo debido a infecciones disminuyó en casi un 20 por ciento. Y en todo el mundo, los investigadores estiman que un asombroso millón de muertes al año podría prevenirse con solo lavarse las manos. En particular, las muertes asociadas con enfermedades diarreicas podrían reducirse a la mitad. ¡Imagine eso!

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