Para un sector de la población de Estados Unidos, la pandemia del COVID-19 ha representado una transformación de su vida laboral. Se ha diluido la frontera entre la vida personal y profesional, y en muchas áreas de la economía la conectividad de alta velocidad de Internet ha hecho posible mantener e incluso incrementar la productividad de manera remota, a través de un nuevo esquema de colaboración virtual en tiempo real, literalmente las 24 horas del día.
Pero la pandemia ha puesto al descubierto –y profundizado– un padecimiento crónico que afecta a millones de estudiantes de todo el país, que se manifiesta en las disparidades de acceso al conocimiento a través de Internet y que afecta desproporcionalmente a las comunidades rurales, de bajos ingresos y a las minorías hispana y afroamericana.
De la misma forma que el Coronavirus ha causado los mayores estragos entre las comunidades latina y afroamericana –en gran medida porque representan la mayor proporción de trabajadores esenciales que arriesgan su vida todos los días—, la brecha de conectividad amenaza con ensanchar la desigualdad para los segmentos más vulnerables del país.
Desde antes de la pandemia, la brecha de conectividad afectaba la capacidad de los estudiantes en completar sus tareas y asignaciones educativas diariamente. A raíz de la nueva normalidad de la era COVID-19, la perspectiva inmediata es un ensanchamiento de esa brecha, toda vez que una gran parte del contenido educativo se impartirá de manera remota.
Un estudio del Pew Research Center muestra que 15% de los hogares estadounidenses con niños en edad escolar carecen de conectividad de Internet de alta velocidad en casa, según datos del 2018. El problema es más agudo entre los niños de edad escolar de hogares de bajos ingresos, toda vez que alrededor de un 35% de esos hogares con niños entre 6 y 17 años, con un ingreso anual por debajo de los $30,000 al año, no tienen conectividad de Internet de alta velocidad en casa, comparado, con sólo el 6% de los hogares con ingresos superiores a los $75,000 al año.
Peor aún, de acuerdo con el mismo estudio, un 25% de los hogares con ingresos por debajo de $30,000 al año carecen incluso de acceso a una computadora en casa, comparado con apenas el 4% de aquellos hogares con ingresos superiores a los $75,000.
Entre los adolescentes hispanos, el sondeo mostró que el 18% de ellos dijo no tener acceso a computadora en casa, comparado con 9% de los adolescentes blancos no-hispanos y del 11% de los adolescentes afroamericanos.
Si la pandemia del COVID-19 es una emergencia sanitaria nacional, el agrandamiento de la brecha de conectividad amenaza con condenar a una generación de niños hispanos, afroamericanos, pobres o rurales al estancamiento de su movilidad social.
Con o sin vacuna para el COVID, se trata de un problema demasiado grave y grande para ser resuelto sólo por el gobierno. Reclama la atención urgente del sector privado y de la sociedad civil, y merece ser un tema central en la conversación nacional del año electoral.