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Doble Agente y Doble Drama: 40 Años de Espionaje Cubano bajo Disfraz Diplomático

¡Ay, ay, ay! Les traigo un chisme de esos que parecen de telenovela pero son pura realidad. Resulta que a Víctor Manuel Rocha, quien fuera embajador de los EE.UU. en Bolivia, le cayó el guante grande. ¡El hombre este ha estado jugando a dos bandas por casi 40 años, nada más y nada menos que para los cubanos!

Así es, mi gente, no es joda. Este viernes, en la movida escena de un juzgado en Miami, le leyeron la cartilla y ¡zaz! 15 años a la sombra y una multa que no es moco de pavo: 500,000 dólares. La jueza Beth Bloom no le tuvo ni pizca de piedad y le soltó el máximo castigo que la ley le permite. Rocha, ya con sus 73 primaveras, se sentó a escuchar su suerte y, ¿qué creen? El cuate ya había admitido que le pasaba los chismes top secret a los de la isla desde 1981.

¿Se imaginan? Mientras nosotros aquí planeando el fin de semana, el tío este estaba como el perfecto espía de novela, influyendo en la política exterior y todo el rollo desde su oficinita en el Departamento de Estado. ¡Menudo papelón!

El tío fue pillado en Miami el diciembre pasado y desde entonces se sabía que esto iba para largo. Pero bueno, después de un teatro de tres horas y media, la jueza Bloom lo dejó bien claro: “Aquí no hay juego que valga”.

Y seguimos con el salseo en el juicio de Rocha, porque esto se puso más largo que espera de bus en día feriado. La jueza Bloom estaba ahí, no se dejaba y cada dos por tres tenía algo que decir sobre el acuerdo de culpabilidad de Rocha. ¿Que solo Estados Unidos fue la víctima? ¡Ja! Dijo la jueza, y pidió que le metieran al papelote ese la opción de que Rocha también podría soltar billete como indemnizaciones a otros que se sintieran perjudicados por sus movidas de espía.

La cosa estuvo que tiras y aflojas, parecía episodio de novela con tanto drama. Estuvieron a punto de posponer todo el show, pero al final, las partes se pusieron de acuerdo y le hicieron un upgrade al documento. “Le dimos la confianza y usted nos clavó el puñal por la espalda”, le espetó Bloom a Rocha, casi como sacada de una película de esas de acción.

Nuestro personaje, que arrancó sus días en Colombia y luego se pasó al team USA, resulta que se mandó una de las infiltraciones más épicas en el gobierno gringo, según palabras del propio fiscal general, Merrick B. Garland. El man estuvo de embajador en La Paz, Bolivia, donde no solo tomaba mate, sino que también amenazaba con cortar la ayuda a la guerra contra las drogas si Evo Morales, el exsindicalista cocalero, ganaba las elecciones. ¡Imagínense la novela!

Pero el plot thickens, mis panas, porque después de dejar el Departamento de Estado en 2002, Rocha se convirtió en asesor del Comando Sur de los Estados Unidos, nada menos que la centralita de las fuerzas armadas gringas en Latinoamérica, Cuba incluida. Según los fiscales, el tipo siguió pasando los chismes a La Habana como si nada. De no creerse, ¿cierto?

Así que ahí lo tienen, Rocha pasando de diplomático a espía nivel leyenda. Mientras tanto, nosotros aquí, pasando palomitas y esperando a ver cómo acaba este culebrón judicial. ¡Hasta la próxima actualización de este novelón!


¡Sigamos con este dramón que ni Netflix se atrevería a producir! Nuestro compadre Rocha confesó que llevaba no uno, ni dos, ¡sino 40 añazos trabajando para Cuba! Y ojo, que esto lo soltó en unas meet-ups en 2022 y 2023 con quien él pensaba que era un compa de la inteligencia cubana, pero ¡sorpresa! Era un agente encubierto del FBI haciendo de las suyas.

En esas charlas, Rocha estaba tan orgulloso de su chamba de espía que no paraba de echarse flores, diciendo que su trabajo era de lo más “meticuloso” y “disciplinado”. Y pa’ rematar, llamaba a los Estados Unidos “el enemigo” y a sus amiguis cubanos “compañeros”. Vaya, vaya, el hombre se sentía en película de espías.

Y no es para menos, chicos, porque el espionaje entre Cuba y EE. UU. es viejo como el caminar hacia atrás. Desde aquella revolución de los barbudos en 1959, todo ha sido un tira y afloja. Recuerden a Ana Belén Montes, la analista que también jugaba en el equipo de espionaje por casi una década.

Y ni hablar de las movidas de la CIA intentando hacer desaparecer a algunos líderes cubanos después de la famosa metida de pata en bahía de Cochinos en 1961. Las cosas entre Washington y la isla siguen de picada, con un embargo que ya ni el abuelo se acuerda desde cuándo empezó, allá por 1962.

Así que ya saben, entre espías, encubiertos, y viejas rencillas, este cuento tiene para rato. Mientras tanto, nosotros aquí, agarrando palco para ver cómo se desenreda esta novela de espionaje. ¡No se despeguen, que esto está que arde!

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