Estados Unidos acaba de experimentar el resultado inevitable de las elecciones de mitad de mandato: una mayoría republicana inoperante en la Cámara de Representantes, sacudida por los partidarios de la línea dura, un portavoz débil y un caos que hace imposible un gobierno fuerte.
Las dramáticas maniobras que evitaron por poco el cierre del Gobierno no hicieron sino abrir nuevos capítulos aún más turbulentos en un Washington dividido.
El enfrentamiento entre Kevin McCarthy y los republicanos de línea dura llevó al presidente de la Cámara a un momento crucial, después de que fracasaran una serie de esfuerzos previos para encontrar suficientes votos del Partido Republicano. McCarthy se enfrentó a los extremistas y se vio obligado a utilizar los votos demócratas para sacar adelante un proyecto de ley para mantener abierto el gobierno durante 45 días, una medida que pondrá en juego esta semana el puesto que anheló durante años.
La raíz del problema de McCarthy es que dirige una conferencia que no es una fuerza política coherente, lo que significa que nunca podrá garantizar los 218 votos necesarios para aprobar proyectos de ley. Por un lado está un grupo de una veintena de lanzallamas republicanos, muchos de los cuales, como el representante de Florida Matt Gaetz y la representante de Georgia Marjorie Taylor Greene, practican la política acrobática y el caos del expresidente Donald Trump, que jaleaba un cierre desde la barrera.