La Franja de Gaza vivió otra jornada de horror este miércoles, luego de que intensos bombardeos israelíes sobre zonas del norte y sur del territorio provocaran la muerte de al menos 60 personas, entre ellas 22 niños, según informaron hospitales locales y el Ministerio de Salud de Gaza.
Los ataques se concentraron principalmente en Jabaliya, en el norte, donde al menos 50 personas, incluidos varios menores, murieron bajo los escombros de edificios residenciales. En la ciudad sureña de Jan Yunis se reportaron otras 10 víctimas fatales. Las imágenes que emergen desde el lugar son desgarradoras: rescatistas trabajando de madrugada con herramientas rudimentarias y linternas de celulares, intentando recuperar cuerpos atrapados entre el concreto destruido.
Este nuevo episodio de violencia ocurre apenas un día después de que el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, reiterara públicamente que no detendrá la ofensiva militar en Gaza “de ninguna manera” hasta lograr la completa eliminación de Hamás, incluso si el grupo militante libera a los rehenes que aún mantiene en su poder.
El ejército israelí, que no hizo comentarios directos sobre los ataques de este miércoles, sí había emitido una advertencia a los residentes de Jabaliya el martes por la noche, indicando la presencia de lanzacohetes y otras infraestructuras militares en la zona. Aun así, el alto número de víctimas civiles reavivó las críticas internacionales sobre el uso desproporcionado de la fuerza y la falta de protección a la población no combatiente.
Emergencia humanitaria y condena internacional
La ofensiva israelí, que comenzó tras el mortal ataque de Hamás en octubre de 2023 —cuando milicianos mataron a unas 1.200 personas en el sur de Israel—, ha dejado hasta ahora más de 52.800 muertos en Gaza, según el Ministerio de Salud del enclave, que no diferencia entre combatientes y civiles en sus registros. La mayoría de las víctimas, denuncian organizaciones humanitarias, son mujeres, niños y personas mayores.
Además del costo humano, Gaza enfrenta una catástrofe humanitaria sin precedentes. Cerca del 90% de la población ha sido desplazada, muchos en múltiples ocasiones, y la entrada de alimentos, medicinas y ayuda esencial ha sido bloqueada por Israel durante más de diez semanas consecutivas. Según datos recientes de organismos internacionales, medio millón de personas están al borde de la hambruna y más de un millón viven en condiciones de inseguridad alimentaria extrema.
Desde París, el presidente francés Emmanuel Macron condenó con dureza la decisión de Israel de impedir la entrada de ayuda humanitaria a Gaza. En declaraciones televisadas, calificó la medida como “una desgracia” y aseguró que no hay justificación posible para dejar sin medicinas ni atención médica a una población asediada. “No podemos sacar a los heridos. Los médicos no pueden entrar. Lo que está haciendo el gobierno de Netanyahu es inaceptable”, afirmó con contundencia.
Una solución política, cada vez más lejana
Aunque la reciente liberación de un rehén israelí-estadounidense por parte de Hamás había generado cierta esperanza de que se pudiera alcanzar un cese al fuego temporal, las declaraciones del primer ministro Netanyahu parecen haber cerrado esa puerta. Incluso dejó claro que Israel está a pocos días de lanzar una nueva fase de su ofensiva con “gran fuerza”, con el objetivo declarado de completar la misión: destruir a Hamás.
Mientras tanto, el sufrimiento de la población palestina sigue agravándose. Naciones Unidas y organizaciones humanitarias insisten en la necesidad de un alto al fuego inmediato, la reapertura de corredores humanitarios y el inicio urgente de negociaciones políticas que permitan poner fin al conflicto.
Sin embargo, sobre el terreno, lo único que parece seguro es la incertidumbre, el miedo y una población civil atrapada en medio de una guerra sin salida.
