Bueno, amigos, pónganse cómodos que esta historia tiene de todo. Resulta que en el Hach de este año, ese viaje a La Meca que todo buen musulmán debe hacer al menos una vez en la vida, se nos fue un montón de gente, y no es broma. ¡Más de 1.300 personas estiraron la pata! Todo por el maldito calorón que estaba haciendo. Estamos hablando de temperaturas que te dejan como un huevo frito en el asfalto.
Entre los que se nos fueron, está el buen Ngatijo Wongso Sentono, un abuelito de 86 años de Indonesia. Este compita se registró para ir al Hach desde 2018 y al fin le tocó. Se fue con su esposa y unos vecinos de Yogyakarta. El hombre estaba más emocionado que un niño con juguete nuevo. “¡Vámonos ya, que me quiero ir a La Meca!”, decía.
Pero bueno, la cosa es que el 17 de junio, el abuelo Ngatijo estaba en su tienda de campaña en Mina, esperando la hora de la oración del mediodía, y ahí se quedó dormido… para no despertar. Su hija, Heru Jumartiyah, contó a CNN que el viejito estaba como un roble, sin síntomas de nada. El tipo se veía fuerte y sano, y de repente, zas, cayó frito.
Aunque suene triste, la familia no está llorando tanto porque, según la creencia islámica, morir y ser enterrado en La Meca es una bendición total. Es como ganarse la lotería del paraíso. La hija dijo: “Nos alegramos de que fuera enterrado en La Meca”, y ya están planeando ir a visitarlo cuando les toque a ellos.
Pero no solo fue Ngatijo. Indonesia, que tiene más musulmanes que cualquier otro país, perdió a 215 personas en el Hach. Y en total, más de 1,8 millones de peregrinos le dieron duro al calor infernal. Estamos hablando de temperaturas de hasta 51 grados centígrados. ¡Eso no es calor, es el infierno en la Tierra!
La cosa se pone peor porque muchos peregrinos, la mayoría de más de 50 años, no tenían permisos oficiales. Esos permisos cuestan un ojo de la cara y el riñón del vecino, y sin ellos, la gente no tiene acceso a los buses con aire acondicionado ni a las botellitas de agua. ¡Qué miseria!
Un tal Ahmad, que prefirió no dar su nombre completo, dijo que vio morir a muchos peregrinos en el camino. “Cada pocos metros había un cuerpo tapado con una tela blanca. Era como una escena de una peli de terror”. Además, dice que cada vez que alguien repartía agua, se armaba el desmadre. No vio ni una ambulancia en todo el camino.
Esto del calor extremo no es nuevo. En 2015, una estampida durante el Hach mató a cientos de personas, y ahora, con el cambio climático, el calor está más fuerte que nunca. El climatólogo Maximiliano Herrera dijo a CNN que los desiertos de la región se calientan más rápido de noche que de día. “Esto es nuevo y es un peligro mortal”, añadió.
Así que ya saben, si están pensando en hacer el Hach, más vale que se preparen para el calor del demonio y que lleven mucha agua. Y si no, mejor que ahorren un poquito más para los permisos oficiales, porque andar sin ellos es jugar a la ruleta rusa con el calor de La Meca. ¡Nos vemos en la próxima, compas!